El viajero salió del tren. El
clima había cambiado drásticamente de la urbe hasta su nuevo lugar y destino.
El aire es más fresco, libre de la polución de la ciudad, hasta el sol es más
radiante.
La estación está anclado en un
antiguo pasado, un lugar donde los relojes de agujas sigue sobreviviendo a los
digitales, amarillentos carteles pintados a mano en vez carteles hechos por las
imprentas, bancos amplios y robustos de maderas nobles, capaces sustentar a diez
personas, en vez de asientos de plásticos para una única persona, un edificio
grande donde se podía hacer pernoctar en caso de gran necesidad, en contraposición
al pequeño puesto donde solo se venden billetes y acceso a los andenes,… las únicas
cosas que le hacían recordar que está en el presente, es un listado de horario
en papel blanco e impreso en cada poste de las vías, informando los horarios de
pasos, limitaciones de trenes en ciertas épocas del año.
La estación no estaba repleta de
gente. Solo había diez personas, la mayoría llevan una mochila pequeña, donde
solo cabe una muda, y neveras merendaras para la comida del día, en casos
concretos llevan unos termos para bebidas calientes: Trabajadores que viven un
sitio y trabaja en el otro.
El viajero se desperezo el cuerpo. Aun tenía
la presión en el cuerpo de pasarse varias horas sentado en el asiento del tren.
Cuando termino hacer la rutina desperezarse, se sintió débil. El viajero se dio
cuenta que de su estado, se asusto en el primer instante. ¿Qué me estaba pasando? Pensó el viajero. A tientas se acerco al
asiento. Las personas que estaban en la estación, lo miraron con extrañeza, pero
ellos se miraron entre ellos y asintieron a como si supieran lo que le estaba
pasando, alguno soltaron una risita tonta.
El
viajero sentía extrañado por la actitud por las personas. ¿Por qué nadie le había preguntado por estado? Le costó respirar, sentía
su cabeza le diera vueltas. Sintió que la fuerza se le iba hasta que… cayó
desmayado.
Lentamente los ojos del viajero
se abrieron, se vio en la estación de trenes, con una manta térmica y a su lado
un hombre uniformado de revisor de trenes, sentado en su lado, con un bebida
caliente humeante.
-Veo que te has despertado- Comentó en tono afable el hombre
uniformado al viajero.
-¿Qué me ha pasado?- Preguntó preocupado el viajero al extraño.
- Nada grave – Esbozando una sonrisa tranquilizadora, mientras observa
como caiga el sol por el horizonte. – Solo
que has sufrido el mal de la montaña, una cosa normal que suele suceder a mucha
gente que no está adecuada, tranquilo no será el primero, ni el ultimo. Tenías
a verte preocupado por tener todos los enseres necesario.
El viajero se sintió extrañado.
-Pero si tengo todo lo necesario para hacer este viaje– Le replico
el viajero al extraño. Cargado de razones y motivos, había consultado muchas
webs, guía manuales para hacer este viaje personal…
-Tienes razón, supongo que llevaras las herramientas necesarias hacer
una travesía o hacer una comida en condiciones adversas,…., pero se te ha
olvidado una cosa. Tu herramienta más fundamental: Tú. Tal vez tengas todos
conocimientos de supervivencias, pero has olvidado también de tu cuerpo. Dado
que el viaje no lo haces solo, sino junto más cosas: Tu corazón, tu voluntad,
tu ansiedad, tu bondad,…