domingo, 29 de mayo de 2016

[Viajero] El tren (Undecima parte)

El viajero salió del tren. El clima había cambiado drásticamente de la urbe hasta su nuevo lugar y destino. El aire es más fresco, libre de la polución de la ciudad, hasta el sol es más radiante.

La estación está anclado en un antiguo pasado, un lugar donde los relojes de agujas sigue sobreviviendo a los digitales, amarillentos carteles pintados a mano en vez carteles hechos por las imprentas, bancos amplios y robustos de maderas nobles, capaces sustentar a diez personas, en vez de asientos de plásticos para una única persona, un edificio grande donde se podía hacer pernoctar en caso de gran necesidad, en contraposición al pequeño puesto donde solo se venden billetes y acceso a los andenes,… las únicas cosas que le hacían recordar que está en el presente, es un listado de horario en papel blanco e impreso en cada poste de las vías, informando los horarios de pasos, limitaciones de trenes en ciertas épocas del año.

La estación no estaba repleta de gente. Solo había diez personas, la mayoría llevan una mochila pequeña, donde solo cabe una muda, y neveras merendaras para la comida del día, en casos concretos llevan unos termos para bebidas calientes: Trabajadores que viven un sitio y trabaja en el otro.
 El viajero se desperezo el cuerpo. Aun tenía la presión en el cuerpo de pasarse varias horas sentado en el asiento del tren. Cuando termino hacer la rutina desperezarse, se sintió débil. El viajero se dio cuenta que de su estado, se asusto en el primer instante. ¿Qué me estaba pasando? Pensó el viajero. A tientas se acerco al asiento. Las personas que estaban en la estación, lo miraron con extrañeza, pero ellos se miraron entre ellos y asintieron a como si supieran lo que le estaba pasando, alguno soltaron una risita tonta.

El viajero sentía extrañado por la actitud por las personas. ¿Por qué nadie le había preguntado por estado? Le costó respirar, sentía su cabeza le diera vueltas. Sintió que la fuerza se le iba hasta que… cayó desmayado.


Lentamente los ojos del viajero se abrieron, se vio en la estación de trenes, con una manta térmica y a su lado un hombre uniformado de revisor de trenes, sentado en su lado, con un bebida caliente humeante.

-Veo que te has despertado- Comentó en tono afable el hombre uniformado al viajero.

-¿Qué me ha pasado?- Preguntó preocupado el viajero al extraño.

- Nada grave – Esbozando una sonrisa tranquilizadora, mientras observa como caiga el sol por el horizonte. – Solo que has sufrido el mal de la montaña, una cosa normal que suele suceder a mucha gente que no está adecuada, tranquilo no será el primero, ni el ultimo. Tenías a verte preocupado por tener todos los enseres necesario.

El viajero se sintió extrañado.

-Pero si tengo todo lo necesario para hacer este viaje– Le replico el viajero al extraño. Cargado de razones y motivos, había consultado muchas webs, guía manuales para hacer este viaje personal…


-Tienes razón, supongo que llevaras las herramientas necesarias hacer una travesía o hacer una comida en condiciones adversas,…., pero se te ha olvidado una cosa. Tu herramienta más fundamental: Tú. Tal vez tengas todos conocimientos de supervivencias, pero has olvidado también de tu cuerpo. Dado que el viaje no lo haces solo, sino junto más cosas: Tu corazón, tu voluntad, tu ansiedad, tu bondad,…