14 de Octubre de 1901, Nueva York
“— Sí, —dije yo;— vámonos ya.
— Por el amor de Dios y Montresor!
— Sí, —repetí;— ¡por el amor de Dios! —
Más aguardé en vano respuesta a estas últimas palabras. Me impacienté. Llamé en alta voz:
— ¡Fortunato! —
— Por el amor de Dios y Montresor!
— Sí, —repetí;— ¡por el amor de Dios! —
Más aguardé en vano respuesta a estas últimas palabras. Me impacienté. Llamé en alta voz:
— ¡Fortunato! —
No obtuve contestación. Llamé de nuevo: Tampoco hubo
respuesta. Introduje una antorcha por la abertura que quedaba y la dejé caer dentro. Sólo respondió un repiqueteo de los
cascabeles. Mi corazón se oprimió; sin duda la humedad de las catacumbas era la
causa… Por más de medio siglo ningún mortal los ha removido jamás.”
¿1901? Nueva York
Estas fueron las palabras
que debí repetir en el momento que me estacaron en el corazón, con trozo de
madera.
No sé cuánto tiempo paso, tal vez semanas, meses, años,… Cada vez sentía
que la presión de la estaca se hacía mal débil dentro de mi corazón.
¿XXXX? ¿Nueva York?
Los golpes apremiaron a contra las paredes de albañilería que le contenía
su sepulcro de albañilería.
La luz inundo la estancia. Un terror primitivo aclamo a mí ser. Su
antiguo enemigo, la maldición del Padre oscuro y herencia de sus hijos: El Sol.
“Si he de morir, mira la muerte de frente, así
no seré un cobarde cuando tenga redimir mi alma”- Pensó mientras observa la luz. Sentía extraño,
el haz de luz era fría y no calentaba su cuerpo maldito. No comprendía que
estaba pasando. Su miedo se volvió a replegar a otro más peligro, más cercano y
más inmediato. Una enorme bola de acero se le venía encima de mí. Otro golpe
contra mi sepulcro. La trayectoria de bola cambio, sino hacia nada, iba a ser
aplastado. La bola se iba acercando más y más.
Solo había una solución: retira la estanca del mi pecho. Junte todas las
fuerzas de mi ser que tenía en sus brazos. El acero estaba más cerca. Tense los
músculos mis manos paralizadas por el tiempo hasta llegar la estaca…La bola de
acero que debería pesa una tonelada…la bola de acero de oscuro y luego el golpe…
Un hambre aclamaba en mis sentidos. Salí corriendo, mientras oía como
las bolas de acero destruían el edificio.
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