El astro rey había caído en los brazos
del mar, el espectáculo aun se podría contemplar desde las vidrieras de posada
de la ciudad Pax, antigua capital del Imperio Franco. Hubo un tiempo fue la
cuna de todos los Emperadours del Imperio , pero con el cambio de siglo, se
decidieron que el corazón del Imperio debía situarse en medio como un símbolo
de la justa medida , siendo un hito y cuna para las nuestras tradiciones y
olvidando las viejas y desudadas tradiciones. Para muchos fue cambio bien
recibido, los sectores mas auge y más lucrativos del Imperio y más caros:
Vinos, trajes, pintura, arte,.. , pero por contra los sectores más
tradicionales y mas básicos; ganadería, clero, gremios,…, lo consideraron una
ofensa de los legados de las tradición y costumbres de los anteriores tiempos.
Hubo cambios muy radicales de la forma de vivir de todos los súbditos del
Imperio que se reflejaron en nuevas tasas, leyes que no respondía a ningún tipo
lógica. Haciendo que la repercutiera en los sectores más pobre y más
marginales. La rumorología dicen varias cosas sobre el uso de los “supuestos”
impuestos, algunos opinaba que esos impuestos son gastados para pagar el tren
de vida del Emperadour y su corte. La última adquisición fue un sequito de
esclavas traídas de lejanas tierras de orientales. Otros rumores pregonaba que son
para pagar el eterno conflicto bélico entre los dos Imperios: Franco e Hispano.
Haciendo el uso del Juicio de Dios para demostrar quién tenía….
Cinco hombretones, demostraban
que eran algún tipo de pirata del Imperio Británico entraron en la posada
haciendo un escándalo monumental, si hubiera alguna persona durmiendo lo habría
despertado con su arengas o canciones fanfarronas. Tres personas, dos mujercitas,
tenia edad para pensar en temas matrimoniales y un hombre anciano, siendo el
padre las criaturas, que pertenecía a la posada y una desconocida que estaba
apoyada contra la pared. La posada tuvo ser un lugar importante donde se
celebran grandes fiestas, donde se cerraba tratos importantes acompañado con
buenos tintos, pero con el traslado de centro del Imperio la cosa cayó en
picado así como la calidad de los clientes de los mismos. Ahora solo era
frecuentado por gente de la ciudad y rara vez por algún mercader de paso. La
dirigía una pequeña familia de seis miembros: una madre ligeramente obesa,
encarga de las cocinas, dos hijas se encarga de atender a los clientes y
repartir las comandas. Dos niños, pequeños se encarga las tareas menores de los
establos. El último miembro de la familia, un padre familiar que otro tiempo
tuvo ser alguien perteneciente a la milicia o equipo de seguridad de la ciudad.
Los hombretones echaron mirada furtivas
al hombre y a sus hijas, pero olvidándose de la persona que estaba de fondo, recostado en una
silla, los pies encima de la mesa y con el sombrero echado hacia adelante para
que nadie le viera la cara o tal vez para que le permitiera dormir una
tranquila siesta, mientras esperaba que alguien que fuera a venir de algún
momento.
Los hombretones se acercaron a la
barra como si fueran unos animales en celo.
-Mezonero-Gritaron en un mal francés- ¡danoZ vueZstra mejor bebida y nada de bebidaZ aguadaZ! Que venimos
desde lejos desde los Imperio Británico para hacer negocios- Dos de ellos
empezaron a entonar algún tipo de himno de una país o hermandad, otra pareja se
formo en frente de los cantadores como si fuera una obligación moral de
formarse al escuchar el himno.
El posadero, le hizo gesto casi internacional
del dinero con los dedos índice y pulgar.
El único que no se había formado
dejo una bolsa de generosa sobre barra, se oyó el tintineo de monedas chocar
contra el firme de la barra. Algunas monedas revoltosas saltaron de la bolsa,
para caer detrás de la barra. El mesonero se quedo pasmado por la generosa. Si la bolsa es tan generosa. Tal vez nos podríamos
marcha de esta ciudad e irse para nueva capital. Versalles y refundar el negocio con mas lucro y mejor clientela. Comprarles
una buena educación a mis hijos y buenos futuros. Pensó el mesonero.
Hizo varios gestos a sus hijas
para le atendieran a los clientes. Varios de ellos se intentaron sobrepasaron
con ellas, tocándoles el trasero de forma continuada, como si ellas fuera parte
del servicio que había comprado con su bolsa de dinero y de vez en cuando
soltado algún piropo para apaciguarlas. El posadero saco varias botellas
polvorientas de algún secreto de la posada. Saco varias generosas raciones de
comida y queso, para los clientes de la posada.
La juerga de los hombretones se
alargo bastante durante varias horas. Estaban bastante ebrio, cada dos por tres
se dedicaron a molestar a las hijas del posadero. El posadero les inquirió que
dejaran de molestar a sus hijas. Le hacía caso durante un rato, pero enseguida
volvió a las andadas. Uno de los hombretones, tenía pinta de ser uno cabecillas,
se acero a la barra para soltarle un discurso sobre lo que había hecho su
nación, que sin ellos no habría sobrevivido algún lugar de su tierra.
-Es nuestro momento, chicos – dijeron uno de los hombretones en mal
ingles, mientras los demás babean de mala manera , sabiendo que ya hora comer carne..
El grupo pasaron a la acción en vez de las bromas lascivas se había
convertido una acoso y derribo. No era piropos, ni el tocamiento del culete ,
había intentado que tocarles tetas e intentado romperle vestido.
El posadero se dio tarde la
intenciones de los clientes, intento ir al auxilio de sus hijas, pero el cabecilla
le propino un puñetazo en la boca del estomago, dejándole postrado de dolor
encima de la barra.
-La fiesta se acabado, señores- le inquirió una desconocida que se
había olvidado desde que había entrado en la posada.
Los cinco hombretones miraron con
curiosidad donde provenía la voz. La persona que estaba enfundando unos guantes
de esgrima de manga ancha. Lucia una chaqueta amplia azul que se ceñía varios
cinturones por todo lo que sería su vientre y unos pantalones de monta de color
grisáceo y botas de monta de caña alta. Una melena rubia y ojos de color miel.
-Mira tenemos otro gatita para jugar- Le inquirió uno de los
hombretones mientras sujetaba con lujuria a las dos camareras.
Tres de ellos se lanzaron contra
la desconocida. La desconocida se llevo una mano atrás y saco un látigo,
terminado en tres puntas redondas. Chasqueo el látigo contra el suelo, haciendo
que los tres hombres se detuvieran en seco, dado no quería esta delante su
rango de ataque. Conocía el riesgo de meterse en la zona acción de un látigo.
Podría ser apresado o entorpecido por durante sus futuras maniobras. Los tres
bravucones cogieron las sillas y poco se fueron acercaron con paso lento hacia la desconocida. Si atrapa
el látigo, ella estaría perdida. La
desconocida se sonrió y se rio por la estrategia plantea por los bravucones. Ella
volvió chasquea el látigo a un ritmo casi melódico contra el suelo. El que se
había ocupado del taberna, sintió que algo no iba bien.
-… esta tonada….-musito el cabecilla
Los movimientos del látigo eran
casi de vértigo, apenas se podía ver la trayectoria. La desconocida fue
avanzado hacia a su atacantes, a medida que avanzaba, las sillas que sujetaba
se hacía cada vez más pequeña, como si una extraña guadaña corta el trigo.
-… Melodía del segador de….- musito el cabecilla
Sin darse cuenta los tres hombres
que antes sujetaba las sillas, ahora tenía en sus manos restos de serrín.
-Vamos hacer esto más divertido- dijo la desconocida, busco algo en su bota y lo lanzo hacia adelante, un
pequeño destellos metálico brillo por un instante para luego desaparecer.
Los hombres seguía sin entender,
pero el único estaba enterando que iba la copla parecía ser su cabecilla. Se
empezaron a oír varios impactos de algo contra las pieles de los tres hombres.
No estaba enfrentado a cualquiera, una luchadora de los gremios
espadachines: la escuela Zepeta. Especialista el látigo.
El cabecilla se ocurrió una idea
brillante. La única manera venza es a través un duelo y mi intelecto
-Invoco el sagrado derecho del duelo del gremio espadachines- Aclamo
el cabecilla a la desconocida mientras la miraba con furia de otro mundo.
El látigo dejo de silbar y al
instante cayeron los tres bravucones al suelo como si fueran simple peles. En
la punta del látigo colgaba una daga de bordes romos.
-Por mi parte adelante. – Contesto la desconocida mientras dejaba
caer látigo, pero en ese momento el cabecilla lanzo un cuchillo que esta
apuntado la cabeza de la desconocida. La desconocida se giro el rostro como si fuera un elemento de
coquetería y parte su baile mortal que aun seguía cantando dentro su cabeza.
Deslizo sus manos hacia a sus guantes de esgrima, sacando sendas dagas por las
puntas de los dedos. Giro sobre sus tacones de las botas, mientras las dagas describían
dos arcos hacías las pantorrillas de los hombres. Haciendo que cayeran al
suelo.
Termino su oscilación de la danza,
arrodillándose haciendo el saludo cortes de una dama hacia su noble. Las dos jóvenes
se quedaron de piedra ante actuación de la mujer.
Con varios cordeles de cuerda y realizo varios nundos en las piernas y los
brazos. Sometió a los hombretones para que llegara el servicio de guardia. Los
nudos eran profesionales una mínima presión hacia que los nudos se apretaran
mas, generando más dolor en vez de alivio.
La desconocida recogió su
sombrero de su sitio. Recogió su pelo debajo de su sombrero dejando ninguna hebra
de pelo fuera del sombrero.
-¿Quieren eres? – pregunto a una jóvenes, mientras la otra atendía a
su padre.
-Laia Whipcastle- Respondió con orgullo, mientras salía de la posada,
dejando a los malhechores sometidos y una bolsa repleta de monedas
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